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Fue en un sendero de moto en Parobé, en Roca Sales, con sus hijos, que Gerson encontró una perra muy bonita, pero muy asustada y toda sucia. Pipoca no lo pensó dos veces y siguió a todos hasta la casa de campo. Muy dócil, parecía abandonada, con hambre y sin cuidados, llena de garrapatas.



Fue pasión a primera vista. A Gerson y a la familia les gustó tanto la perra de calle que decidieron adoptarla. Fue entonces que recibió el nombre Pipoca. Como ya tenían un canil con Comanche, un Boxer bastante imponente, tuvieron miedo de que hubiera peleas, pero fue lo contrario. Ellos se llevaron muy bien.



El tiempo fue pasando y los dos se quedaron en el canil, pues en función de Comanche, no se podía dejar a Pipoca suelta. Después de algunos años de convivio, Comanche fue atacado por un perro feroz cuando viajaron e, infelizmente, no resistió.


Pipoca no solamente presenció el hecho, como se puso muy triste y no quería más quedarse en el canil. Como ella siempre fue muy dócil y no se escapaba, la familia decidió dejarla suelta en el patio, donde viven también el abuelo y la abuela.



Pipoca empezó a encariñarse con ellos en función de que estaban siempre en casa y le hacían todas las voluntades. Ella se quedó allí con ellos y pasó a ser tratada como una hija. Hoy ella es su compañera, siempre atrás del abuelo, cuidándolo cuando él va a hacer sus cosas. Como ellos dicen: “A Pipoca solo le falta hablar”.